de LEONARDO DA VINCI
Por: ARISTIDES UREÑA RAMOS, 1998.
Publicado en EL PANAMÁ AMÉRICA.
Domingo, 14 de marzo de 1999.
Diorama de Agustín del Rosario.
(Colaboración especial enviada desde Italia)
Publicado en EL PANAMÁ AMÉRICA.
Domingo, 14 de marzo de 1999.
Diorama de Agustín del Rosario.
(Colaboración especial enviada desde Italia)
Dentro de un atinado plano de intercambios culturales entre Italia y Polonia, que ha visto viajar hacia Varsovia, “La Velada” de Rafael y “La Venus de Urbino” de Tiziano, cuadros de propiedad de la Galeria Uffizi (florencia), estuvo por 3 meses en Italia uno de los más sorprendentes y poco conocidos retrato de Leonardo Da Vinci.
Se trata de “La dama del Armiño”, conservado en el Museo Czartoryski de Cracovia. Esta obra fue realizada por Da Vinci durante su estadía en la ciudad de Milán, allá por los años 1489 y está trabajada con técnica a tempera grasa sobre una superficie de tabla de nogal.
La obra evoca a Cecilia Gallerani, amante de Federico “El Moro”, Duque de Milán y quien comisionara la obra.
Cuando nos llegó la noticia de este acontecimiento, nuestra reacción fue inmediata –recoger e intercambiar informaciones sobre este nuevo evento de Arte. Florencia es como un gran “Estanque de Memorias”, en donde, al sumergirse uno en su interior, hay que tener consigo señales precisas que permitan una orientación segura para, de esta manera, poder interpretar con claridad los eventos de los cuales estamos llamados a disfrutar.
En esta bellísima Ciudad se anida un alma que toca la esencia del pensamiento humano. Así, al entrar en este estanque de la memoria de forma desprevenida podemos desorientarnos y no disfrutar de este importante evento, al cual estamos llamados a testimoniar.
Cada vez que una obra regresa a Florencia, el juego de la memoria compone el rompecabezas al cual falta una pieza y éste se ajusta llenando aquel vacío imaginario, dándonos una visión completa del “todo unitario”. Mandándonos, a través del Arte, las reflexiones iniciales sobre la esencia del Pensamiento Humano. Por este motivo, Florencia es una ciudad eternamente Humanista.
El día de la inauguración me dirigí en la mañana, temprano, a este evento, era martes. ¡Qué mejor sede que el palacio Pittí podría acoger este evento! El cuadro estaba expuesto en la sala “Sala Bianca”. Para llegar a ella se debe pasar por un interminable corredor repleto de tapices colgados, que nos narran las jaurías y encuentros de cazas y en los cuales nobles y príncipes se deleitaban en banquetes y placeres cotidianos. El cuadro estaba colgado en una de esas salas de fuerte acento renacentista, generalmente utilizado para obras de grandes dimensiones.
Las grandes ventanas que dan vista a los jardines de Boboli, filtran una gran cantidad de luz, ofreciendo la oportunidad de observar las obras expuestas con una luz de absoluta naturalidad.
Al entrar en la sala nos obligamos a recordar que la señora de la pintura era una noble, amiga de poetas y literatos y que ella misma haba sido poetisa.
El armiño que tiene en brazos esconde bajo un aspecto naturalista de compleja simbología que alude a Federico, condecorado en 1488 con la Orden del Armiño, o talvez está relacionado con la virtud de “Moderación” que conlleva en ella misma la idea de cortesía y gentileza.
El armiño que tiene en brazos esconde bajo un aspecto naturalista de compleja simbología que alude a Federico, condecorado en 1488 con la Orden del Armiño, o talvez está relacionado con la virtud de “Moderación” que conlleva en ella misma la idea de cortesía y gentileza.
La obra fue realizada por Da Vinci en Milán. En esos años elaboraba una serie de planteamientos sobre el arte y las ciencias y conforme a los estudios más recientes, esta obra resulta ser una especie de manifiesto sobre esas reflexiones teóricas que el artista conducía. Da Vinci estudiaba el movimiento de las aguas y el movimiento de los vientos.
El movimiento del alma: Al encontrarnos frente a la obra llama la atención el movimiento de la cabeza, en contraposición al busto: De hecho quiere traducir, como si fuera en una foto instantánea, el movimiento anticipador e interior de la persona retratada. Estamos enfrentados al concepto de la topología estática del retrato convencional.
Leonardo investiga sobre la relación que existe entre el movimiento del alma y movimiento del cuerpo, entre lo interior y lo exterior. Centralizando con gran modernidad el principio psicológico que anticipa la acción.
El tipo de representación del rostro humano creado en esta obra es resaltado con el uso violento de la luz que baña la figura y que provienen del lado derecho de la obra. Ello se intensifica con el fondo negro, no original y que es fruto de una restauración hecha en el mil ochocientos. De hecho este fondo era originalmente gris-azul, como lo demuestran los análisis científicos efectuados en la National Gallery (Washington) en 1992.
El retrato, aunque incompleto en algunas áreas, sobre todo al fondo, está considerado entre las más altas realizaciones del artista. La inteligencia en la composición, con la cual resuelve el dilema de la dinámica del cuerpo humano en el espacio, la aguda introspección psicológica del rostro, la vivacidad de la mirada junto a la refinada elegancia de la pose, hacen de este cuadro no solo una obra maestra de Leonardo, sino de todo el retrato del Renacimiento.
Al abandonar la “Sala Blanca” del palacio Pittí, en mi mente replica el recuerdo de un manuscrito de Leonardo que tuve la oportunidad de leer en los años en que frecuentaba la Academia de Bellas Artes de Florencia. Creo que sirve como reflexión para emerger, en estos momentos, de este “gran estanque de memorias” (Florencia), acercándonos cada vez que encontramos estas grandes mentes a ese gran proyecto revolucionario en donde las fronteras son cabalgadas. De ese manuscrito evoco unas líneas:
Aristides Ureña Ramos, 1998 .
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