BANANANA
(ciclo pictorico)
ARISTIDES UREÑA RAMOS
EL REVIVIR DE LA MEMORIA COLECTIVA ,
MEDIANTE LA RECONSTRUCCIÓN DE UN ÍCONO PUBLICITARIO.
MEDIANTE LA RECONSTRUCCIÓN DE UN ÍCONO PUBLICITARIO.
GALERIA HABITANTE
24 de octubre 20 de noviembre 2007
APROXIMACIÓN A LA VIDA Y OBRA DEL ARTISTA:
La complejidad de motivos y temas de la obra de Arístides Ureña encuentra su origen en la multiplicidad y heterogeneidad de circunstancias que forjaron a este artista quien, en BANANANA - su actual ciclo pictórico en exhibición – sorprende una vez más por la irreverencia de sus temas, verdaderas provocaciones socio-culturales, por el equilibrio y fuerza de sus composiciones en aquella fértil mezcla de elementos clásicos , folklóricos y autóctonos que le es particular y por un mensaje que redunda en valores humanísticos, sello de su obra total.
Para explicar las circunstancias motivadoras de su obra e indagar sobre este artista veragüense, hay que desplazarse a Santiago de Veragüas. Allí, en su hogar, podemos descifrar lo heterogéneo y múltiple de su temática: una madre enérgica, Doña Xenia, conservadora y profundamente católica, cuya entereza se hace evidente en el suceso profesional de sus catorce hijos; un padre de tendencias socialistas, amante de la rebeldía pero, también, de diálogos filosóficos sobre la vida, la patria y la política, quien ha formado a sus hijos en aquella búsqueda de los inalcanzables paraísos sociales, meta de los incansables idealistas.
Una confrontación de criterios idealistas y realistas, una suma de rebeldía y de equilibrio; un gran acervo de inquietudes e ideas que van a florecer en un niño curioso, aventurero y pícaro.
Un entorno familiar donde reina la extroversión y la música, donde, el abuelo, Don Samuel Ramos, músico y pintor, enseña a Arístides Ureña los primeros trazos pictóricos y donde éste recibe sus más duraderas impresiones estéticas, íntimamente unidas a los valores de un Panamá Profundo.
El más preciso y poético retrato de este artista no lo hacen sus colegas , pintores, sino su madre , al describirlo como el “el niño de la maleta”; un recuerdo grabado en su corazón: “Recuerdo a mi hijo, al borde de la carretera, solitario y ansioso, con una maleta en la mano, presto a partir al seminario de Boquete, a estudiar para sacerdote. Tenía sólo diez años ( duró sólo dos semanas). Lo veo, así mismo, en el aeropuerto de Tocumen, listo para salir hacia Italia y , después, en fotos con su mochila en la espalda, siempre con una sonrisa melancólica, en Atenas, en Madridl o en París. A veces pienso que él siempre ha sido consciente de su destino errante, porque sus ganas de saber le hacían perder el conocimiento de tiempo, lugar y distancia.....La imagen que mejor representa a mi hijo es la de una carretera de piedra, en el caluroso medio día santiagueño y un niño al borde, con una maleta, listo para partir, acompañado de una nostálgica sonrisa. Éste es Aristides, hijo.”
En este caminar el artista lleva consigo una de las enseñanzas paternas que ha marcado su obra: la preocupación humana por las responsabilidades, especialmente aquellas relativas a la patria, a la identidad propia y a la soberanía. Nos cuenta el artista:”..en un potrero, mi padre me hacía ver que , cuando se acercaba la noche, una de las reses guiaba el hato de ganado hacia un lugar seguro y que el instinto , aún salvaje, permitía a los animales conocer ese liderazgo. Y concluía :mire, hijo, está en la naturaleza de las cosas y en el patrimonio personal de cada uno tomarse las responsabilidades. Hay hombres que nacieron para ser guiados y otros para tomarse las responsabilidades de los demás. Así es , también, para el arte. Y me indagaba, recordando que esta rectitud intelectual era un patrimonio típico veragüense,:¿Y tú dónde te colocas?”
No cabe duda que Arístides Ureña, hoy, puede responder a esta pregunta, señalando su evolución artística - desde 1980 con su primer ciclo, “Ballet del Cabrón”, hasta el actual, “Bananana” (2004-2005) - como una constante búsqueda de lo que él llama “ un arte genuino, con connotaciones esencialmente panameñas”. En verdad, una sucesión de ciclos y series que surgen de su memoria de la patria, de sus reinvenciones narrativas de hechos populares, autóctonos o históricos, de su constante crítica a los elementos artificiales de la identidad cultural, cuya expresión genuina ha sido la preocupación estética predominante en todas las etapas de su producción.A estos elementos se unen las andanzas de un hombre observador, de un artesano sensible y de un artista exitoso que, en su interior, oye la voz de su padre, en su preocupación social, y se obliga a aceptar y describir lo complejo de la esencia humana, llevándonos, solidario – como en el tema de los inmigrantes- y, a la vez, crítico –como en las narrativas dedicadas a los mandatarios- , a aquellos misterios insondables del alma humana que, como temática lírica, afloran en su obra. Mientras, en la risa, en la ironía provocativa, mediante la manipulación de imágenes muchas veces contradictorias - como son los angelitos tomados de los frescos de Giotto en Pádova frente a los risueños querubines caribeños - valida a su preocupación por la patria mientras acepta aquellas enseñanzas extranjeras, como la renacentista florentina, que lo motivan en su expresión artística.
Así se explica esta obra ecléctica en sus motivaciones, en sus influencias y en su expresión, cuyo análisis exige una dedicación particular, pues a ella no se llega por una visión rápida o global. Hay que adentrarse en los detalles, hay que fragmentar el lienzo en secciones derivadas de sus figuras centrales, de sus densas agrupaciones humanas que sirven de apoyo a estas figuras centrales; hay que observar detenidamente los elementos narrativos del núcleo de su composición, así como la simbología de sus configuraciones o la alegoría de sus figuras. Es necesario interpretar sus marcos colmados de signos autóctonos, cuando no las lunetas de estos marcos en las cuales, usualmente, aparecen mensajes que nos hacen sonreír por su ironía. E indagar, igualmente, sobre los motivos anecdóticos o históricos que se transmiten y, por fin, ponderar sobre las influencias europeas que definen su dibujo y su composición.
En este caminar el artista lleva consigo una de las enseñanzas paternas que ha marcado su obra: la preocupación humana por las responsabilidades, especialmente aquellas relativas a la patria, a la identidad propia y a la soberanía. Nos cuenta el artista:”..en un potrero, mi padre me hacía ver que , cuando se acercaba la noche, una de las reses guiaba el hato de ganado hacia un lugar seguro y que el instinto , aún salvaje, permitía a los animales conocer ese liderazgo. Y concluía :mire, hijo, está en la naturaleza de las cosas y en el patrimonio personal de cada uno tomarse las responsabilidades. Hay hombres que nacieron para ser guiados y otros para tomarse las responsabilidades de los demás. Así es , también, para el arte. Y me indagaba, recordando que esta rectitud intelectual era un patrimonio típico veragüense,:¿Y tú dónde te colocas?”
No cabe duda que Arístides Ureña, hoy, puede responder a esta pregunta, señalando su evolución artística - desde 1980 con su primer ciclo, “Ballet del Cabrón”, hasta el actual, “Bananana” (2004-2005) - como una constante búsqueda de lo que él llama “ un arte genuino, con connotaciones esencialmente panameñas”. En verdad, una sucesión de ciclos y series que surgen de su memoria de la patria, de sus reinvenciones narrativas de hechos populares, autóctonos o históricos, de su constante crítica a los elementos artificiales de la identidad cultural, cuya expresión genuina ha sido la preocupación estética predominante en todas las etapas de su producción.A estos elementos se unen las andanzas de un hombre observador, de un artesano sensible y de un artista exitoso que, en su interior, oye la voz de su padre, en su preocupación social, y se obliga a aceptar y describir lo complejo de la esencia humana, llevándonos, solidario – como en el tema de los inmigrantes- y, a la vez, crítico –como en las narrativas dedicadas a los mandatarios- , a aquellos misterios insondables del alma humana que, como temática lírica, afloran en su obra. Mientras, en la risa, en la ironía provocativa, mediante la manipulación de imágenes muchas veces contradictorias - como son los angelitos tomados de los frescos de Giotto en Pádova frente a los risueños querubines caribeños - valida a su preocupación por la patria mientras acepta aquellas enseñanzas extranjeras, como la renacentista florentina, que lo motivan en su expresión artística.
Así se explica esta obra ecléctica en sus motivaciones, en sus influencias y en su expresión, cuyo análisis exige una dedicación particular, pues a ella no se llega por una visión rápida o global. Hay que adentrarse en los detalles, hay que fragmentar el lienzo en secciones derivadas de sus figuras centrales, de sus densas agrupaciones humanas que sirven de apoyo a estas figuras centrales; hay que observar detenidamente los elementos narrativos del núcleo de su composición, así como la simbología de sus configuraciones o la alegoría de sus figuras. Es necesario interpretar sus marcos colmados de signos autóctonos, cuando no las lunetas de estos marcos en las cuales, usualmente, aparecen mensajes que nos hacen sonreír por su ironía. E indagar, igualmente, sobre los motivos anecdóticos o históricos que se transmiten y, por fin, ponderar sobre las influencias europeas que definen su dibujo y su composición.
EL CICLO BANANANA:
Este ciclo está constituido por dos series de temáticas convergentes, ambas elaboradas entre los años 2004 y 2005: la primera, BANANANA, presenta el uso y la reconstrucción del logo publicitario, Chiquita Banana, utilizado desde los años sesenta, por la compañía bananera de Bocas del Toro; la segunda, REPUBLIK BANANA, evoca eventos populares o históricos, reviviendo la memoria del pasado panameño que el artista narra, interroga o ridiculiza , en un intento de transferir estas vivencias pasadas a un presente, para ilustrar y corregir aquellas características “ bochornosos y escondidas” de la idiosincrasia panameña, típicas, a su modo de ver, de las repúblicas bananeras.
La figura central de las composiciones de ambas series es Chiquita Banana, un estereotipo publicitario- aquel sello que aparecía en las bananas exportadas por Panamá - integrado anteriormente a su iconografía , en series iniciales de la producción de este artista. Entonces era utilizado, en su diseño esquemático y rígido, para representar con ironía los atropellos de poderosas empresas extranjeras a la identidad panameña o a su soberanía. Hoy es reconstruído estilísticamente para simbolizar la recuperación de la memoria colectiva, el revivir de vivencias nacionales pasadas u olvidadas, reinterpretándolo como un personaje liberado, en un eje predominantemente vertical, pero en constante movimiento que le da vida. Celebrando, simbólicamente, la adquirida libertad del hombre panameño. Aparece siempre al centro de sus actuales lienzos, ora como centro de interés, ora envuelto por circunstancias anecdóticas o históricas.
Es la capacidad artística de manipular imágenes, de confrontar conceptos, utilizando - para hacer más complejas sus composiciones – grafittis y escritos en español o en inglés que, presentes en las lunetas de sus marcos, apoyan la ironía o la crítica y desempolvan mitos de identidad.
De este modo Arístides Ureña combina valores narrativos con aquellos críticos, logrando desarrollarlos conjuntamente y en armonía. Mezcla lo evocativo, lo imaginario y lo real, apoyado en su síntesis de lo clásico y de lo popular, creando efectos pictóricos que mueven a la sátira, pues, al parecer, este artista consigue disfrazar sus inquietudes sociales con la risa que es expresión de un ideal social negado.
Comparativamente a su última exposición en Panamá, ”Alegorico’s” (2004), su estilo presenta una clara evolución, así como una nueva proyección de colores, ahora más suaves y matizados, con el abandono de lo monocromático que lo ha caracterizado anteriormente.
Mientras en su ciclo anterior sus figuras centrales se presentaban aisladamente, en “Bananana”, éstas dejan de verse erectas, con valores que pudieran recordar los moldes clásicos, y ganan movimiento, envolviéndose en líneas, óvalos, o círculos que nos hacen pensar en aquel mundo caribeño y nos permite sentir lo tropical , lo caluroso y dinámico de este nuevo escenario.
La capacidad de este artista de manipular, confrontar y armonizar imágenes es la gran fuerza de su obra. Logra darnos el sentir de un ambiente imaginario , recreado a partir de su memoria que es el reflejo de la memoria colectiva panameña y nos obliga a revivir sus anécdotas – como el triste episodio de inmigrantes chinos escondidos en barriles de rabitos de puerco – o de reconocer eventos históricos, como la poética visión de los jardines de Arco Iris, bajo la lluvia, o de disfrutar de la hiriente ironía que acompañan sus críticas sociales, tan jocosas como aleccionadoras.
Un mundo imaginario , recreado por una mano diestra en el dibujo, en el uso de los colores y en la estructuración de su composición, que se fundamenta en la memoria de un artista quien, en su preocupación social, busca el futuro ideal de su tierra.
Un autor que ha sabido mantener vivas las enseñanzas más entrañables de su hogar y de su patrimonio veragüense, refinándolas y reviviéndolas con aquella mirada indagadora y profunda de quien ha visto y ha conocido los más variados entornos humanos y culturales en los cuales su curiosidad le ha permitido penetrar, sin perder el amor por sus raíces o el sentido del valor de su identidad.
Angela Picardi
Este ciclo está constituido por dos series de temáticas convergentes, ambas elaboradas entre los años 2004 y 2005: la primera, BANANANA, presenta el uso y la reconstrucción del logo publicitario, Chiquita Banana, utilizado desde los años sesenta, por la compañía bananera de Bocas del Toro; la segunda, REPUBLIK BANANA, evoca eventos populares o históricos, reviviendo la memoria del pasado panameño que el artista narra, interroga o ridiculiza , en un intento de transferir estas vivencias pasadas a un presente, para ilustrar y corregir aquellas características “ bochornosos y escondidas” de la idiosincrasia panameña, típicas, a su modo de ver, de las repúblicas bananeras.
La figura central de las composiciones de ambas series es Chiquita Banana, un estereotipo publicitario- aquel sello que aparecía en las bananas exportadas por Panamá - integrado anteriormente a su iconografía , en series iniciales de la producción de este artista. Entonces era utilizado, en su diseño esquemático y rígido, para representar con ironía los atropellos de poderosas empresas extranjeras a la identidad panameña o a su soberanía. Hoy es reconstruído estilísticamente para simbolizar la recuperación de la memoria colectiva, el revivir de vivencias nacionales pasadas u olvidadas, reinterpretándolo como un personaje liberado, en un eje predominantemente vertical, pero en constante movimiento que le da vida. Celebrando, simbólicamente, la adquirida libertad del hombre panameño. Aparece siempre al centro de sus actuales lienzos, ora como centro de interés, ora envuelto por circunstancias anecdóticas o históricas.
En algunas composiciones, como son “Criolla”, “Juanita Banana” o “María Banana” es traído a un primer plano y evocado como mujeres representativas de la exhuberancia y de la vivacidad caribeña, aunque denoten, por el equilibrio y simetría de su composición, la fuerte influencia renacentista de las clásicas “madonnas” florentinas.
No faltan en estas composiciones aquellos elementos que rompen el aparente ideal de su realización, como en la lírica mulata bocatoreña que lleva su niño en el regazo y aparece - en el mejor de los estilos renacentistas - envuelta en un difuso óvalo cromático y circundada por ángeles de manufactura similar a le de Giotto. Sin embargo, como una ruptura conceptual, que conduce a la ironía, ésta lleva en la cabeza, como una alegoría narrativa, el famoso logotipo de la propaganda de Nestlé, un nido con sus pájaros.
En la segunda serie – en obras como “ Palo Enseba ” o “Juega Vivo”- este logo, ahora difuso y lejano, aparece al centro de la composición, siempre en segundos o últimos planos de la misma, pero dividiéndola simétricamente y, como en levitación, imponiéndose sobre los densos grupos de figuras y motivos que construyen la narrativa histórica o popular que rememora el pasado con alusiones al presente.
Es notable, en la profusión de elementos que forman estas composiciones , la capacidad del autor de recrear el entorno y las vivencias de su Panamá Profundo. Valiéndose de su memoria y de aquella lírica nostalgia que acompaña a todos los que transmigran y llevan la patria en su equipaje, Arístides Ureña revive, gracias a su dominio estilístico, lo veragüense, lo bocatoreño, los vibrantes o suaves colores de atardeceres y amaneceres tropicales, la magia realista de las fincas interioranas – como “ “Finca Arco Iris o “Finca Banana” – con su vegetación y sus colores.
La maestría del dibujo, unida al dominio de los colores y a una diversidad compositiva permiten recrear este variado escenario para la definición de su mensaje. Este uso del espacio en función de un tema es una característica que acompaña la totalidad de su obra, como podemos observar en la sucesión de sus series. Así, en el lejano 1980, su “Ballet del Cabrón” criticaba las dictaduras militares, recreando un espacio grotesco y carnavalesco para su mejor ambientación temática; en 1984, su serie “ Barrococonuance” ofrecía un imaginario mundo barroco tropical; así mismo, en 1988, su serie “Radio- la manía sieropositiva en sintonía”, lograba manipular los elementos estructurales referentes a la tecnología y a la comunicación para lograr su mensaje crítico; o, en 1997, la crítica social de su serie “ Octubre en Cayenne” se apoyaba en un ambiente en que se escenificaba - en el decir del mismo autor – “ la biodiversidad y el Panamenian Style”.
Hoy, Bananana nos induce a adentrarnos en un mundo interiorano, tan real como mágico, en que están presentes “La Criolla”, la mulata de Bocas del Toro, las procesiones de “ Santa Librada”, “La Barra Ensebá” o “Banana Moon”. También aparecen, en esta rememoración de una vida pasada, las ensombreradas capitalinas en “ Tarde de Té” o Doña Matilde, “la esposa de Fufo”, así como los expertos políticos de su “ Juega Vivo”, mientras se reviven escenas trágicas que recuerdan a los sufridos inmigrantes chinos que construyeron el ferrocarril o las luchas obreras en las bananeras.
Son motivos pictóricos que, envueltos en la poética de un realismo mágico, simbolizan este puente que nos lleva de un pasado no siempre ideal hacia un presente visto como la posibilidad de una realización futura del hombre panameño.
No faltan en estas composiciones aquellos elementos que rompen el aparente ideal de su realización, como en la lírica mulata bocatoreña que lleva su niño en el regazo y aparece - en el mejor de los estilos renacentistas - envuelta en un difuso óvalo cromático y circundada por ángeles de manufactura similar a le de Giotto. Sin embargo, como una ruptura conceptual, que conduce a la ironía, ésta lleva en la cabeza, como una alegoría narrativa, el famoso logotipo de la propaganda de Nestlé, un nido con sus pájaros.
En la segunda serie – en obras como “ Palo Enseba ” o “Juega Vivo”- este logo, ahora difuso y lejano, aparece al centro de la composición, siempre en segundos o últimos planos de la misma, pero dividiéndola simétricamente y, como en levitación, imponiéndose sobre los densos grupos de figuras y motivos que construyen la narrativa histórica o popular que rememora el pasado con alusiones al presente.
Es notable, en la profusión de elementos que forman estas composiciones , la capacidad del autor de recrear el entorno y las vivencias de su Panamá Profundo. Valiéndose de su memoria y de aquella lírica nostalgia que acompaña a todos los que transmigran y llevan la patria en su equipaje, Arístides Ureña revive, gracias a su dominio estilístico, lo veragüense, lo bocatoreño, los vibrantes o suaves colores de atardeceres y amaneceres tropicales, la magia realista de las fincas interioranas – como “ “Finca Arco Iris o “Finca Banana” – con su vegetación y sus colores.
La maestría del dibujo, unida al dominio de los colores y a una diversidad compositiva permiten recrear este variado escenario para la definición de su mensaje. Este uso del espacio en función de un tema es una característica que acompaña la totalidad de su obra, como podemos observar en la sucesión de sus series. Así, en el lejano 1980, su “Ballet del Cabrón” criticaba las dictaduras militares, recreando un espacio grotesco y carnavalesco para su mejor ambientación temática; en 1984, su serie “ Barrococonuance” ofrecía un imaginario mundo barroco tropical; así mismo, en 1988, su serie “Radio- la manía sieropositiva en sintonía”, lograba manipular los elementos estructurales referentes a la tecnología y a la comunicación para lograr su mensaje crítico; o, en 1997, la crítica social de su serie “ Octubre en Cayenne” se apoyaba en un ambiente en que se escenificaba - en el decir del mismo autor – “ la biodiversidad y el Panamenian Style”.
Hoy, Bananana nos induce a adentrarnos en un mundo interiorano, tan real como mágico, en que están presentes “La Criolla”, la mulata de Bocas del Toro, las procesiones de “ Santa Librada”, “La Barra Ensebá” o “Banana Moon”. También aparecen, en esta rememoración de una vida pasada, las ensombreradas capitalinas en “ Tarde de Té” o Doña Matilde, “la esposa de Fufo”, así como los expertos políticos de su “ Juega Vivo”, mientras se reviven escenas trágicas que recuerdan a los sufridos inmigrantes chinos que construyeron el ferrocarril o las luchas obreras en las bananeras.
Son motivos pictóricos que, envueltos en la poética de un realismo mágico, simbolizan este puente que nos lleva de un pasado no siempre ideal hacia un presente visto como la posibilidad de una realización futura del hombre panameño.
Es la capacidad artística de manipular imágenes, de confrontar conceptos, utilizando - para hacer más complejas sus composiciones – grafittis y escritos en español o en inglés que, presentes en las lunetas de sus marcos, apoyan la ironía o la crítica y desempolvan mitos de identidad.
De este modo Arístides Ureña combina valores narrativos con aquellos críticos, logrando desarrollarlos conjuntamente y en armonía. Mezcla lo evocativo, lo imaginario y lo real, apoyado en su síntesis de lo clásico y de lo popular, creando efectos pictóricos que mueven a la sátira, pues, al parecer, este artista consigue disfrazar sus inquietudes sociales con la risa que es expresión de un ideal social negado.
Comparativamente a su última exposición en Panamá, ”Alegorico’s” (2004), su estilo presenta una clara evolución, así como una nueva proyección de colores, ahora más suaves y matizados, con el abandono de lo monocromático que lo ha caracterizado anteriormente.
Mientras en su ciclo anterior sus figuras centrales se presentaban aisladamente, en “Bananana”, éstas dejan de verse erectas, con valores que pudieran recordar los moldes clásicos, y ganan movimiento, envolviéndose en líneas, óvalos, o círculos que nos hacen pensar en aquel mundo caribeño y nos permite sentir lo tropical , lo caluroso y dinámico de este nuevo escenario.
La capacidad de este artista de manipular, confrontar y armonizar imágenes es la gran fuerza de su obra. Logra darnos el sentir de un ambiente imaginario , recreado a partir de su memoria que es el reflejo de la memoria colectiva panameña y nos obliga a revivir sus anécdotas – como el triste episodio de inmigrantes chinos escondidos en barriles de rabitos de puerco – o de reconocer eventos históricos, como la poética visión de los jardines de Arco Iris, bajo la lluvia, o de disfrutar de la hiriente ironía que acompañan sus críticas sociales, tan jocosas como aleccionadoras.
Un mundo imaginario , recreado por una mano diestra en el dibujo, en el uso de los colores y en la estructuración de su composición, que se fundamenta en la memoria de un artista quien, en su preocupación social, busca el futuro ideal de su tierra.
Un autor que ha sabido mantener vivas las enseñanzas más entrañables de su hogar y de su patrimonio veragüense, refinándolas y reviviéndolas con aquella mirada indagadora y profunda de quien ha visto y ha conocido los más variados entornos humanos y culturales en los cuales su curiosidad le ha permitido penetrar, sin perder el amor por sus raíces o el sentido del valor de su identidad.
Angela Picardi
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